El mundo ha experimentado un aumento de su población anciana en la última década. Por exemplo en Brasil el número de personas de 60 años o más creció un 47,8%. Esta cifra es muy superior al crecimiento del 21,6% de la población brasilera en el mismo periodo, según datos del Instituto Brasilero de Geografía y Estadística (IBGE). Esta cifra refleja la esperanza de vida, asociada a los avances en salud y saneamiento básico, y sus efectos sobre la tasa de mortalidad.
El índice de envejecimiento señala los cambios en la estructura por edad de la población brasileña. En 2008, por cada 100 niños de 0 a 14 años, había 24,7 ancianos de 65 años o más. En 2050 el cuadro cambiará, y por cada 100 niños de 0 a 14 años habrá 172,7 ancianos. Estas informaciones pueden ser encontradas en el estudio «Un abordaje demográfico para la estimación del patrón histórico y de los niveles de sub-enumeración de personas en censos demográficos y conteos de población», que también presenta una proyección de la población de Brasil por sexo y edad para el período 1980 – 2050.
Sin embargo, además de la longevidad, la mayor preocupación debe ser la calidad de los años que se viven, es decir, el mantenimiento de un estado de independencia funcional (la capacidad de realizar las actividades de la vida diaria). En la vejez, los ancianos sufren muchos cambios fisiológicos que contribuyen a empeorar su calidad de vida. El ejercicio desempeña un papel fundamental en el mantenimiento de la independencia funcional.
Con la edad, la masa magra disminuye y es sustituida por tejido graso, por lo que el gasto calórico en la vejez tiende a disminuir, lo que favorece la aparición de la obesidad y todos los problemas que conlleva. La autocomplacencia de los ancianos es un problema, ya que acelera la aparición de estos efectos. Hay que vencer el desánimo, empezar a practicar actividad física y cosechar los muchos beneficios reservados a este grupo.
Entre sus beneficios destacan el aumento del gasto energético y de la aptitud cardiorrespiratoria, factor preventivo de la aparición de enfermedades cardiovasculares, obesidad, diabetes, hipertensión, dislipidemias, enfermedades del sistema nervioso central y cáncer.
El ejercicio es importante para la digestión, y para gozar de una condición saludable del cuerpo y la mente. Ud. necesita ejercicio físico.
Ellen G. White. Consejos Sobre Régimen Alimenticio p. 103
Uno de los efectos del envejecimiento es la disminución de la producción de jugos gástricos y pancreáticos. La digestión se hace más lenta y los alimentos permanecen más tiempo en el estómago. Esto aumenta el riesgo de gastritis y reflujo, una molestia común entre las personas mayores. Muchas personas se quejan de una elevada producción de gases en el estómago o los intestinos. Como el tránsito de los alimentos es más lento, se produce más fermentación. Un paseo inmediatamente después de comer puede aliviar todos estos síntomas.
El ejercicio físico mejora el tejido muscular en su totalidad. Nuestro tracto gastrointestinal está formado por músculo liso involuntario. Cuando incluimos una rutina diaria de ejercicio, el tránsito intestinal se normaliza en la mayoría de los casos, o conseguimos buenos resultados que favorecen una mejor calidad de vida de las personas mayores.
El ejercicio también ayuda a prevenir los cambios fisiológicos, morfológicos y funcionales que se producen durante el proceso natural de envejecimiento y que afectan negativamente a la capacidad funcional del individuo. Los más importantes son la reducción de la masa magra y la acumulación de tejido adiposo, que aumentan el riesgo de mortalidad prematura, así como la pérdida de fuerza muscular, la reducción de la capacidad acrobática y la flexibilidad.
La disminución de la masa magra reduce la captación muscular de glucosa y ácidos grasos libres, lo que provoca resistencia a la insulina y conduce a la diabetes de tipo 2 si no se revierte. El aumento de ácidos grasos libres en el torrente sanguíneo contribuye a la aparición de dislipidemia y a un mayor riesgo de formación de placas de ateroma.
A partir de los 40 años, se estima que la grasa se acumula a un ritmo de 1 kg por década, además de una pérdida del 12-14% de la fuerza y de alrededor del 5% de la masa muscular, con un declive más evidente a partir de los 65 años, sobre todo en las miembros inferiores.
Muchas personas mayores señalan la pérdida de independencia funcional como su principal problema. Alrededor del 25% de la población brasileña mayor de 50 años declara tener dificultades para realizar las actividades de la vida diaria debido a algún problema de salud o discapacidad. Es necesario corregir este problema tan pronto como se identifique para no provocar una pérdida de independencia funcional en el futuro.
Otra preocupación es que, con la reducción de la masa magra (sarcopenia), se produce un descenso del contenido mineral óseo. Con la práctica asociada de actividad física, ingesta de buenas fuentes de calcio, luz solar para estimular la producción de vitamina D, suplementos de vitamina D y sueño a las horas adecuadas, este síntoma se alivia. La actividad física tiene un impacto en los huesos, estimulando el crecimiento, además de estimular la producción de la hormona del crecimiento.
Un estilo de vida activo puede prevenir o retardar la discapacidad funcional al mejorar la condición neuromotora, la fuerza, la flexibilidad, el equilibrio y la capacidad cardiorrespiratoria.
El ejercicio nos ayuda a vivir una vida larga y de calidad. ¡Empieza a moverte hoy mismo!
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Ricardo Vargas de Andrade es nutricionista especializado en gestión emocional. Es orador internacional y ha producido varios programas para TV Novo Tempo.
Eucaris ospina cardona dice
Excelente información.mil gracias .
Hacer ejercicio.vamos todos.
ANIMO 😉